Hay un secreto indescifrable en el interior de la alquimia que no puede ser develado. Es por eso que el Maestro no da razones, sino que solo invita a experimentar. El Maestro, en definitiva, es el discípulo que da los pasos. No hay arte sin alquimia, y no hay alquimia sin corazón.  No hay maestros, sólo iniciados en un camino.

El sonido, como gran maestro, nos enseña todo lo referente a la materia y al espíritu. En su aspecto físico diluye la densidad, es decir, devuelve a la materia a su estado de energía sutil. En su aspecto metafísico nos devuelve a nuestro origen, a nuestro estado de presencia, a la re-conexión con el aquí y ahora, con la plena conciencia.

Aquí cabe destacar que esa densidad que se diluye y ese estado de presencia son las dos caras de una misma medalla. Medalla que es el universo mismo. Universo que en su estado más primario podemos denominar Æther.

Cuando recibimos una sesión de sonidos armónicos no hacemos otra cosa que recordar lo que realmente somos: energía que fluye libremente, espíritu plenamente presente, es decir, aetherno.

El mecanismo que opera en los instrumentos armónicos, y que permite dicha experiencia, actúa por analogía.
Cuencos tibetanos, Cuencos de cuarzo, Gongs y Didgeridoo, entre otros, se comportan de manera fractal como lo hace la materia en su aspecto primario.

El proceso de creación de la materia

Lo que denominamos materia no es otra cosa que un vortex de energía en el vacío físico. La materia es el punto focal de una onda estacionaria en el océano universal de aether, resultado de la interferencia de dos ondas . Cuando dos vortex de energía,  y cuyas espirales siguen la proporción áurea, se interfieren perpendicularmente, forman un toroide. El ladrillo de la materia ha sido creado, y es en este sentido que se crea la ilusión de solidez y separación.
Este proceso se repite en modo fractal creando así una red holográfica en todo el universo.

El secreto de la geometría sagrada no trata, por lo tanto, de geometría per se, sino que trata acerca de vibraciones que asumen patrones geométricos. Así vemos cómo tres toroides, o tres pares de vortex perpendiculares cuando se agrupan de forma que sus centros convergen en el mismo punto forman el sólido platónico del cubo.


La nota fundamental y sus armónicos

Los instrumentos armónicos tales como Cuencos tibetanos, Cuencos de cuarzo, Gongs y Didgeridoo comparten a grandes rasgos una característica en común. Esta característica es que cuando los ejecutamos podemos distinguir una nota fundamental o primer armónico que además de ser la más grave del instrumento sirve de base sobre la cual se despliegan una serie de notas o frecuencias más agudas. Dichas frecuencias son llamadas armónicos o parciales dependiendo de la relación que en la serie armónica guarden con la nota fundamental. El número de armónicos varía de instrumento en instrumento y está sujeto a la calidad y características específicas de fabricación, tales como su tamaño, su espesor y su peso.

En una sesión de sonido ponemos en juego diferentes instrumentos armónicos contemporáneamente y el despliegue de armónicos y notas fundamentales se sostiene por un mínimo de 45 minutos, tiempo necesario para que las vibraciones se asimilen a nivel celular y se produzca un efecto regenerador.

Nave sonora al origen del universo

Como vimos, un instrumento armónico en esencia es una nota fundamental grave que al agitarse se despliega en frecuencias cada más agudas, es decir, de mayor vibración, mientras que a la inversa la materia es una onda no hertziana electromagnética y espiralada que en su origen viaja a través del vacío a una velocidad súper lumínica (billones de veces más rápida que la luz) y que en su expansión se desacelera y poco a poco se densifica primero en ondas electromagnéticas hertzianas y, en un paso sucesivo, en la ilusión de solidez. Solidez que en su último destino podemos observar en forma de piedra o metal. La forma de esta solidez será determinada por la agrupación de los distintos toroides siguiendo este o aquel sólido platónico y, a partir de estos, a estructuras más complejas.

De alguna manera la materia es el viaje del universo en expansión mientras que el sonido de los instrumentos armónicos es el viaje del universo en contracción, es decir, una vuelta al origen.

El sonido de estos instrumentos nos reconecta, eleva la frecuencia vibratoria llevándonos a ese punto cero de energía donde solo reina la calma, al ojo del huracán. Es por eso que nuestra actividad cerebral cambia y experimentamos los efectos ya sea de una meditación profunda (0.5 – 4 hz), aumento de la creatividad (4 – 7.5 hz) o aumento de la concentración e imaginación (7.5 -14 hz).

Es de esta manera que se justifican todos los beneficios que sentimos al tomar un baño de sonidos.

Será por todo esto que mi primer maestro de cuencos tibetanos dijo “en el interior de un cuenco tibetano reside el secreto del universo”?

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